domingo, octubre 28, 2012


"¿Cómo es que se venga un hombre?
Iba a recibir de vuelta en pleno rostro la pelota del mundo que yo misma le había arrojado y que no por eso me era conocida. Iba a recibir de vuelta una realidad que no habría existido si no la hubiese temerariamente adivinado y dado vida de esta forma. ¿Hasta que punto aquel hombre, montaña de compacta tristeza, era también montaña de furia?"


"Oí con aire de desprecio, jugando ostensiblemente con el lápiz, como si quisiese dejar en claro que sus historias no me engañaban y que yo bien sabía quién era él. Había hablado sin mirar una sola vez hacia mí. Es que en la manera torpe de amarlo y en el gusto de perseguirlo, yo también lo acosaba con una simple mirada directa (…). Y conseguía siempre el mismo resultado: con perturbación evitaba mis ojos, comenzaba a tartamudear. Cosa que me llenaba de un poder que me endemoniaba. Y de piedad. Lo que al mismo tiempo me irritaba. Me irritaba que él obligase a una porquería de chica a comprender a un hombre."
 

Clarice Lispector, Los desastres de Sofía

martes, octubre 02, 2012

¡Poné las manos!

De chica mis rodillas estaban siempre lastimadas, llenas de moretones y cascaritas. Eran esas cáscaras gruesas, con profundidad, que aún después de secar y caer dejaban una piel rosada, muy finita y que se volvía a lastimar fácilmente.
Mis primos se burlaban siempre de mi. Ellos eran dos varones mayores, seguros de sus movimientos y yo era precisamente todo lo contrario. Me decían: -Nunca ponés las manos, ¡poné las manos! Mis manos no servían para eso.
Ya de grande casi no tropiezo. Aprendí a prestar atención a la hora de caminar y correr, mi esfuerzo le ganó  a mi torpeza originaria, un verdadero éxito de la ortopedia social.
Me gusta bañarme con agua bien caliente. En ese momento del día, mis piernas blancas se vuelven coloradas de manera informe. Me salen grandes manchas rojas, la fuerza del calor. Mis rodillas también se ponen rojas. Y sólo ahí es cuando recuerdo las cicatrices, la piel que no responde más al estímulo del calor. Es la piel que será siempre blanca.
Después de un tiempo (¿una hora o dos? quién sabe y qué más da), mis piernas vuelven a ser muy blancas y las cicatrices ya no se ven... desaparecen.