lunes, diciembre 21, 2020

Poema a Vale, mientras lavo los platos

Como un rito que nos da sentido, nos reencontramos casi todos los años.

Hace algún tiempo, en medio de una conversación, las dos tuvimos el mismo recuerdo,

un recuerdo como piedra fundacional de una amistad:

una noche en un bar raro, las dos encerradas en el baño y borrachas

tratando de armar un porro que no sabíamos cuándo íbamos a fumar.

Después yendo en taxi con más personas que no eran amigues

a un bar-antro perdido en avenida Rivadavia (¿se llamaba le clic o la clac?),

un lugar para chiques alternatives, esos que llevan piercing, tatuajes y se hacen

esos raros peinados nuevos,

nosotras ya fumadas queriéndole sacar fotos a alfredo casero y al hijo

tratando de entender cómo habíamos caído en ese lugar.

Fuimos después a tu casa, tu dormitorio tenia una bow window que daba a un parque sin terminar,

creo que la bow window también estaba sin terminar,

yo dormí en un colchón en el piso y amanecí junto a uno de tus gatos siameses que

se había acomodado en mi almohada sin que yo me diera cuenta.

Almorzamos algo fuerte, bife a la plancha o huevo frito (todavía no eras vegetariana),

intercambiamos unas palabras con tu mamá, el ambiente se puso raro y creo que me fui (digo creo porque ya no recuerdo más).

Vos ya hace como 13 años que vivís en Alemania, cambiaste tu vida, encontraste algo.

Yo me quedé acá, haciendo lo que pude, también descubrí y encontré. Las dos pasamos por heavies, siempre estuvimos ahí, una para la otra.

Hace tres años nos encontramos en Creta, tierra de mitos y del Minotauro.

El hotel donde dormíamos era bastante turbio, una ambientación kitsch, lleno de cucarachas que Juan mataba todas las noches y sacaba de tu habitación y de la nuestra.

Y yo sabía que vos podías estar en un lugar más lindo, y que ya estás acostumbrada a eso, es lo que

siempre quisiste y lo que lograste con mucho laburo. Pero estabas ahí, en ese hotelucho solo para

estar cerca mío, para que estemos “en el mismo hotel”.

Hoy recuerdo todo esto y pienso en nuestra amistad (y me emociono),

en cómo nos reencontramos para charlar, contarnos qué nos pasó en este tiempo que no nos vimos,

qué cambió y qué sigue igual, y también para recordarnos

que tomar decisiones nos hizo bien, nos sacó de dónde estábamos,

y que el fervor por la adrenalina que una vez nos unió

no se cura.