él me leía, decía, con absoluta certeza, más allá de mis palabras. algunas veces me escribía sus poemas. algo siempre quedaba en blanco, a veces un lunar, otras veces ese pedacito de piel debajo de mis senos. pero mi tosco cuerpo exhalaba y todo se borraba. entonces él se enojaba, decía que nada tenía caso, si nada iba a quedar.
yo, sin embargo, yacía.
yo, sin embargo, yacía.
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