martes, enero 29, 2013

Quizás sea nombrar. Dios nombra, y cuando nombra crea (nombracrea creanombres). Yo nombro libros, libros sin nombre. Algunos no me dejan nombrarlos, yo no les hago caso, hago lo que quiero.
Siempre me gustaron las abreviaturas de los nombres, la parte como el fragmento del todo. Es que no podemos tener todo. Tener todo es no tener nada, lógica matemática pura. Matemáticas. Hay algo del objeto que se escapa fuera. Busco siempre el objeto que se escapa. Creo siempre un objeto que no cesa de escaparse. Convivo con ese vacío, y lo agradezco.
El Nombre se escapa, yo lo escribo y lo invoco. Te llamo libélula. Tengo la palabra como marca, marcada. Tengo la palabra tatuada.
A veces quisiera ser pura redención, puro texto. Pero tengo que conformarme con que el texto sólo viene a veces. Viene cuando quiere, yo lo llamo volando sobre estanques de lotos. Cada vez que llega lo agradezco, porque me ata -me marca- me sitúa. Y me deja sin excusas. Vivo respirando letras apelmazadas, cadenas de hierro que me ligan al mundo. Rompo cadenas y creo otras, casi metódicamente, sin pensarlo. Soy experta en romperlas. Armar nuevas - armarlas de nuevo pero diferente- es parte del desafío: sentarse a vivirlas y explorarlas con todos mis sentidos, cadenas de olores que me guían ciega. Huelo húmedo, el agua transporta los placeres, ¿quién dijo que el agua es neutra? Es como humedad, es como vacío, es fertilidad. Contiene ella misma todas las posibilidades, puedo probar cien aguas y encontrarlas todas diferentes. 
Puedo probarte cien veces y descubrirte de nuevo cada vez.

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